Estados Unidos anunció oficialmente que mantendrá la tarifa del 10% para las importaciones colombianas del 7 de agosto de 2025, después de la firma de una nueva orden ejecutiva del presidente Donald Trump. La decisión, que afecta a docenas de países, se aplica bajo la política comercial de «reciprocidad» promovida por la administración Trump, con la que busca equilibrar la balanza comercial de los Estados Unidos en medio de crecientes tensiones globales. Según la Casa Blanca, los países con el superávit más alto frente a los EE. UU. Recibieron impuestos más altos, pero Colombia se incluyó entre los menos afectados, fuera de la lista de naciones sujetas a tarifas más altas. Según Analdex, el país estaba «bien liberado», a diferencia de los competidores directos cuya tasa de tarifa aumenta al 36% o más.
La medida fue adoptada por la Orden Ejecutiva 14257, publicada el 31 de julio y con la entrada en vigor a las 00:01 AM del 7 de agosto de 2025. El documento especifica que todos los productos colombianos estarán sujetos a ese nuevo tributo, sin distinción sectorial, a menos que se hayan embarcado antes de la fecha antes mencionada. El gobierno colombiano, a través del Ministerio de Comercio y el Ministerio de Relaciones Exteriores, dijo que aunque la decisión puede afectar a sectores como café, flores, plátanos y ropa, las exportaciones nacionales se prepararon para el escenario y la tasa se considera «manejable» contra el castigo arancelario global.
En la práctica, el aumento del 10% en las tarifas agrega una tasa tal como había estado pagando durante años, por lo que la entrada de productos colombianos en el mercado estadounidense implicará el pago de impuestos del 20%.
El Gremio de Exportación Colombiano, encabezado por Analdex, dijo que el país estaba aireado frente a la tormenta tarifa desatada por los Estados Unidos, recibiendo condiciones notablemente más ventajosas que sus principales competidores asiáticos y latinoamericanos. Por ejemplo, Vietnam, otro gran exportador de café y textil, enfrentará impuestos del 36%. «Esto puede abrir oportunidades adicionales para algunos productos colombianos, lo que ganará espacio para el precio frente a sus rivales en el mercado estadounidense», dijo un gerente de gerente.
Los especialistas en el comercio internacional indican que, aunque la medida no repite el acuerdo de libre comercio en vigor desde 2012, tiene un precedente delicado y pone en duda las promesas multilaterales de libre comercio. El gobierno colombiano, mientras tanto, eligió mantener la «serenidad» y la «prudencia» pública. La ministra de Relaciones Exteriores, Laura Sarabia, reiteró que la administración Petro está evaluando todas las opciones legales y enfatizó que es una decisión unilateral de los Estados Unidos, relacionada con un estado de «emergencia económica» declarada por Trump.
Sin embargo, el contexto de este anuncio es un escenario diplomático complejo. En los últimos meses, las diferencias entre la Casa Blanca y el gobierno de Gustavo Petro, marcadas por repetidos llamados a consultas diplomáticas e intercambios de declaraciones entre los congresistas republicanos y los funcionarios colombianos han sido exacerbados. Voces como las del congresista Carlos Giménez han criticado fuertemente la agenda de Petro, mientras que la Casa de Nariño ha respondido defendiendo la legitimidad democrática y la soberanía nacional. A pesar de la fricción, ambos gobiernos se aseguran de que se mantenga la alianza estratégica, aunque el entorno bilateral es de máxima tensión e incertidumbre ante el futuro de los compromisos económicos y políticos.
La medida fue adoptada por la Orden Ejecutiva 14257, publicada el 31 de julio y con la entrada en vigor a las 00:01 AM del 7 de agosto de 2025. El documento especifica que todos los productos colombianos estarán sujetos a ese nuevo tributo, sin distinción sectorial, a menos que se hayan embarcado antes de la fecha antes mencionada. El gobierno colombiano, a través del Ministerio de Comercio y el Ministerio de Relaciones Exteriores, dijo que aunque la decisión puede afectar a sectores como café, flores, plátanos y ropa, las exportaciones nacionales se prepararon para el escenario y la tasa se considera «manejable» contra el castigo arancelario global.
En la práctica, el aumento del 10% en las tarifas agrega una tasa tal como había estado pagando durante años, por lo que la entrada de productos colombianos en el mercado estadounidense implicará el pago de impuestos del 20%.
El Gremio de Exportación Colombiano, encabezado por Analdex, dijo que el país estaba aireado frente a la tormenta tarifa desatada por los Estados Unidos, recibiendo condiciones notablemente más ventajosas que sus principales competidores asiáticos y latinoamericanos. Por ejemplo, Vietnam, otro gran exportador de café y textil, enfrentará impuestos del 36%. «Esto puede abrir oportunidades adicionales para algunos productos colombianos, lo que ganará espacio para el precio frente a sus rivales en el mercado estadounidense», dijo un gerente de gerente.
Los especialistas en el comercio internacional indican que, aunque la medida no repite el acuerdo de libre comercio en vigor desde 2012, tiene un precedente delicado y pone en duda las promesas multilaterales de libre comercio. El gobierno colombiano, mientras tanto, eligió mantener la «serenidad» y la «prudencia» pública. La ministra de Relaciones Exteriores, Laura Sarabia, reiteró que la administración Petro está evaluando todas las opciones legales y enfatizó que es una decisión unilateral de los Estados Unidos, relacionada con un estado de «emergencia económica» declarada por Trump.
Sin embargo, el contexto de este anuncio es un escenario diplomático complejo. En los últimos meses, las diferencias entre la Casa Blanca y el gobierno de Gustavo Petro, marcadas por repetidos llamados a consultas diplomáticas e intercambios de declaraciones entre los congresistas republicanos y los funcionarios colombianos han sido exacerbados. Voces como las del congresista Carlos Giménez han criticado fuertemente la agenda de Petro, mientras que la Casa de Nariño ha respondido defendiendo la legitimidad democrática y la soberanía nacional. A pesar de la fricción, ambos gobiernos se aseguran de que se mantenga la alianza estratégica, aunque el entorno bilateral es de máxima tensión e incertidumbre ante el futuro de los compromisos económicos y políticos.
 
								 
															





