El Parque Nacional de Yellowstone vive un momento ecológico emblemático: después de más de 80 años sin nuevos árboles que germinan en ciertos sectores, los científicos informan que alrededor de un tercio de las masas de Alamos Tremons (Populus tremuloides) muestran brotes jóvenes y saludables. Esta recuperación está fuertemente relacionada con la reintroducción de los lobos grises, que han permitido que la cadena alimentaria se someta a la presión herbívora reductora.
Lobos y álamos: una relación restaurativa
En la década de 1930, los lobos fueron eliminados de Yellowstone como parte de las campañas de erradicación, lo que permitió a los Elks proliferar sin depredadores, suministrando 18,000 individuos, y reducir seriamente la regeneración de las plantas. La joven flora, especialmente los álamos, dejó de brotar para el intenso Ramoneo.
Con el regreso de los lobos en 1995, los Elks estaba bajo control nuevamente. La población herbívora disminuyó y ahora calma su consumo de brotes jóvenes, lo que permite que surja nuevos árboles en lugares que anteriormente parecían estéril.
Un giro de paisaje
Los investigadores estudiaron 87 masas de álamos en áreas previamente afectadas, y encontraron brotes que superan los cinco centímetros de diámetro. Este crecimiento es significativo, porque muestra que la semilla latente finalmente podría desarrollarse.
Este renacimiento no es solo una victoria visual y simbólica, sino también ecológica: los nuevos árboles ayudan a mejorar la captura de carbono, proporcionan hábitats para aves e insectos y contribuyen a la estructura del ecosistema forestal.
Desafíos futuros
A pesar del progreso, todavía hay desafíos. Un aumento en la población de bisontes (que los lobos no prefieren) podría convertirse en un nuevo obstáculo para los álamos jóvenes. Además, no todas las áreas muestran brotes regenerados, lo que indica qué factores como el suelo, la competencia y el clima también desempeñarán un papel de decidor.
Según los científicos, este caso reafirma que la presencia de depredadores clave puede desencadenar efectos en cascada, modificar paisajes enteros y proporcionar resiliencia ecológica, incluso en ecosistemas alterados por la acción humana.
 
								 
															





