El tacaño, ese hábito de retener al mínimo, no es solo una cuestión de dinero. Según la psiquiatra Laura Villamil, es un comportamiento con profundas raíces en la psicología humana, vinculado a las inseguridades, la crianza de los hijos e incluso los trastornos mentales. Mientras que una persona generosa encuentra placer en dar, el Tacaña experimenta incomodidad al hacerlo, y esto va más allá de lo económico.
Villamil desglosa las causas detrás de este comportamiento. Uno de los principales es el miedo a la inseguridad financiera. «Aquellos que han vivido escasez o incertidumbre económica generalmente se aferran a sus recursos, incluso cuando ya no es necesario.
El miedo a ‘quedarse sin’ eclipsa la posibilidad de compartir «, explica. Este patrón se refuerza en la infancia: crecer en entornos donde el dinero era escaso o donde se glorificó la frugalidad extrema puede convertir el Tacañería en un hábito adulto difícil de romper.
Pero no todo es dinero. La personalidad juega un papel clave. Las personas con altos niveles de ansiedad, neuroticismo o trastornos como TOC pueden mostrar resistencia a dar, por miedo a perder el control. En casos más extremos, la falta de empatía es decisiva. «A los que les resulta difícil conectarse con las necesidades de los demás, les resulta casi imposible ser generoso», dice Villamil.
El contexto también importa. Los factores culturales, como la evaluación de la solidaridad autosuficiente, y las crisis económicas, que activan una mentalidad de escasez, pueden exacerbar este comportamiento. «En las recesiones, incluso aquellos que tienen suficientes recursos se vuelven más reacios a compartir», agrega.
¿Cómo superarlo? Villamil propone estrategias prácticas: cultiva la empatía a través de pequeños actos de generosidad, incluyen solidaridad en el presupuesto («asignar un porcentaje fijo para donar reduce la ansiedad») y educar en finanzas personales para obtener seguridad. «Comprender que DAR no significa perder el control es el primer paso», concluye.
¿Quieres saber si eres Tacaña?
Considere estas preguntas de autorreflexión:
-¿Cómo sientes cuando te pides que compartas tus recursos?
-¿Qué pensamientos surgen al considerar donar o prestar dinero?
-¿Qué frecuencia evita las oportunidades para ayudar a los demás, incluso cuando puede pagarla?
-Es un sentimiento de escasez, incluso cuando tienes suficiente?
Este análisis no solo revela por qué algunos prefieren acumular que compartir, sino que invitarán a reflexionar. En un mundo donde el pozo mental y económico es de la mano, ¿vale la pena repensar nuestra relación con el dinero y los demás?