Este 10 de julio se celebra en el Día Mundial de Capibara, también conocido como el Día de Apreciación de Capibara, una fecha que rinde homenaje al roedor más grande del planeta y su papel esencial en los ecosistemas sudamericanos. Aunque no es un evento oficial, el día ha ganado fortaleza en las redes sociales, las comunidades ecológicas y los centros educativos, convirtiéndose en una oportunidad para reflexionar sobre la relación entre los humanos y la naturaleza.
Un símbolo de calma y coexistencia
Capibara (Hydrochoerus hidrochaeris) puede exceder los 65 kilos y alcanzar hasta 1.3 metros de largo. Vive en grupos sociales, cerca de cuerpos de agua, como ríos, lagunas y humedales, donde nada con agilidad gracias a sus piernas parcialmente palmadas. Su carácter tranquilo y su vida comunitaria lo han convertido en un símbolo de armonía y buena vida en muchas culturas sudamericanas.
En Colombia, donde se conoce como Chigüiro, habita principalmente en las áreas del este de llanuras, humedales y sabanas que comparten una frontera con Venezuela. Allí, además de ser parte del paisaje, también es parte de las tradiciones locales, aunque enfrenta amenazas para la caza y la pérdida de hábitat.
Más que ternura: su papel ecológico
Capibara no solo es entrañable debido a su apariencia serena. Su dieta herbívora, basada en pastos y plantas acuáticas, ayuda a regular la vegetación del río. Además, las semillas dispersas y favorecen la biodiversidad, ya que sus áreas de actividad sirven como refugio para aves, insectos y pequeños mamíferos.
Su presencia indica la salud de los ecosistemas húmedos, por lo que su conservación es clave. Sin embargo, la expansión agrícola, la urbanización y la contaminación de los cuerpos de agua han reducido significativamente sus hábitats naturales.
Cultura, idioma y conservación
Este roedor tiene múltiples nombres en el continente: Carpincho en Argentina y Uruguay, Capivara en Brasil, Ronsoco en Perú, Poncho en Panamá. En idiomas indígenas como guaraní y tupí, es reconocido como «señor del pasto» o «el que se alimenta de hojas finas». Esta diversidad lingüística refleja sus raíces culturales y su presencia histórica en la región.
Durante este día, los zoológicos, los centros ambientales y las comunidades promueven actividades educativas, talleres y conversaciones para hacer visible su importancia ecológica y cultural, y para promover el turismo responsable y la protección de los humedales.