En la mitología griega, se relata la historia de Glauco, un pescador originario de la población de Anthedón. Este personaje se alimentó de una planta que le otorgó la inmortalidad, lo que lo llevó a transformarse y sumergirse en el mar. Hoy en día, muchos continúan persiguiendo esa ilusión, en un contexto donde la ciencia y el progreso buscan prolongar la vida humana.
A pesar de que hay un debate considerable sobre la manera de ralentizar el reloj biológico, es indudable que los seres humanos están viviendo más tiempo. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) proyecta que para el año 2024, la expectativa de vida al nacer superará los 73 años, aumentando en ocho años en comparación con los datos de 1995, y casi tres décadas desde 1950.
Esta tendencia es esperada que continúe, ya que dicha organización anticipa que la edad media alcanzará los 77 años. Aunque existen claras disparidades de ingresos entre naciones ricas y pobres, las diferencias en longevidad están comenzando a estrecharse, sugiriendo un proceso de convergencia global en términos de vida y salud.
Las razones por estas mejoras en la longevidad son diversas; incluyen la reducción de la mortalidad infantil, las campañas de vacunación masiva, la introducción de antibióticos, la mejora del acceso a agua potable, la mejora de la dieta, y el desarrollo de medicamentos más efectivos. A estos elementos se agregan hábitos saludables, como mantener una dieta balanceada y realizar ejercicio regularmente.
Si consideramos todos esos factores junto con la disminución de las tasas de natalidad a nivel mundial, el resultado es un incremento sostenido en el número de adultos mayores. Por ejemplo, la ONU declara que en la próxima década, se espera que la población de ancianos supere a la de los niños menores de un año en el mundo.
Imagen de referencia. Foto:Izock
De igual manera, se prevé que la población mayor de 65 años aumente de manera sostenida, alcanzando alrededor de 2.2 mil millones para el año 2070, lo que constituiría más del 20 por ciento del total de la población mundial, superando a los jóvenes menores de 18 años. Ejemplos como el de Japón, donde aproximadamente el 30 por ciento de la población tiene 65 años o más, se volverán más comunes.
Colombia no es ajena a esta dinámica. Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), la población de 60 años o más superará los 8 millones en 2025, y se estima que alcanzará alrededor de 15 millones en 2050. En ese momento, la proporción de ancianos en el país superará el 25 por ciento de la población total.
Esta transformación demográfica exige un debate más amplio. Para el académico británico Andrew J. Scott, la longevidad es uno de los temas centrales de este siglo, comparable en importancia al cambio climático o la inteligencia artificial.
Sin embargo, la longevidad a menudo genera más debate que los otros dos temas mencionados. El profesor señala que la preocupación por perder la juventud y la asociación de la edad con diversos problemas sociales y de salud hacen que este tema requiera mayor atención, a pesar de que cada uno de los habitantes del planeta tiene sus propias inquietudes.
Tal vez la indiferencia hacia el envejecimiento de la población esté comenzando a cambiar. Al menos, eso es lo que sugiere el Fondo Monetario Internacional (FMI), quien en su último informe económico global abordó este asunto. En medio de las tensiones comerciales y geopolíticas, los ministros de finanzas y banqueros centrales que se reúnen en Washington esta semana por las reuniones tradicionales de primavera, comienzan a prestar atención a estas inquietudes. Así, dedicaron un capítulo de su informe para discutir lo que se ha venido a conocer como la «economía de plata».
Más que gris
Hasta ahora, el enfoque predominante respecto al aumento de la edad promedio de la población global se centra en enfrentar las dificultades que esto presenta. Varios estudios académicos indican que las perspectivas para el crecimiento económico y las finanzas públicas son sombrías a medida que las sociedades envejecen.
El motivo es que, en primer lugar, la fuerza laboral se reduce, lo que provoca una disminución en la oferta de bienes y servicios. Además, con menos personas, se hace más complicado sostener los sistemas de pensiones y salud pública, los cuales parecen encontrarse al borde del colapso.
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No obstante, esta visión ignora varias realidades. En primer lugar, los humanos no solo viven más, sino que también están disfrutando de una mejor salud, con un número significativo de personas sin enfermedades crónicas.
«Estudios recientes han documentado mejoras significativas en las habilidades físicas y cognitivas de personas mayores de 50 años», indica el informe del FMI. Agrega que un envejecimiento saludable y en buena forma «puede seguir reforzando la oferta laboral al alargar la vida laboral y mejorar la productividad de la población anciana.»
Esta capacidad de seguir aprendiendo es notable. Según el FMI, los datos extraídos de economías emergentes revelan que una persona de 70 años en 2022 tenía las mismas habilidades cognitivas y físicas que alguien de 53 años en 2000. La expresión «los 70 son los nuevos 50» se fundamenta en esta realidad.
Además de esta tendencia, hay una creciente probabilidad de que las personas permanezcan activas en el mercado laboral durante su jubilación, no solo por la necesidad de cubrir sus gastos básicos. Diversas encuestas han mostrado que la idea de jubilarse a una edad avanzada provoca reacciones mixtas entre las personas, ya que, mientras algunos desean cerrar ese capítulo de su vida, otros sienten ansiedad por la soledad que puede traer la inactividad, prefiriendo seguir participando en el trabajo.
Ante esta situación, el Fondo propone un conjunto de políticas coordinadas que tendrían como resultado la reducción de obstáculos relacionados con el empleo, promoviendo así el crecimiento económico y aliviando las presiones fiscales anticipadas. Los cálculos realizados por la entidad indican que la combinación de estas estrategias podría compensar hasta tres cuartas partes de los desafíos derivados de la transición demográfica en los próximos 25 años.
Una decisión obvia es elevar la edad de jubilación, una medida que muchos países en Europa han comenzado a adoptar recientemente. En Alemania y Noruega, por ejemplo, la edad de jubilación se sitúa en 67 años y se prevé que siga aumentando con el tiempo.
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Sin embargo, los expertos advierten que tales decisiones podrían resultar insuficientes si no se implementan medidas complementarias. El profesor Scott enfatiza que en muchos países las tasas de participación en la fuerza laboral comienzan a caer mucho antes que la edad de jubilación, lo que limita la efectividad de obligar a las personas a trabajar más si no tienen las oportunidades necesarias.
Entre las dificultades más comunes se encuentran las barreras para reintegrarse al mercado laboral a partir de los 50 años. Existen innumerables ejemplos de profesionales que luchan por encontrar trabajo tras presentar su currículum, lo que los lleva a desistir de sus búsquedas. Las empresas a menudo prefieren no invertir en la capacitación de personas que tienen una visión temporal de empleo muy diferente al de sus recientes egresados.
Existen también creencias erróneas, como la idea de que aprender nuevas tecnologías o habilidades se vuelve más difícil a medida que se avanza en edad. Superar estas barreras requerirá un cambio en la forma en que se estructuran los programas de capacitación laboral, así como un cambio cultural que valore más la experiencia adquirida.
La promoción de un envejecimiento saludable es igualmente importante. Los hábitos saludables a lo largo de la vida benefician a los adultos mayores, asegurando que estas personas tengan acceso adecuado a la atención médica, lo que incluye una buena alimentación y actividad física regular.
El mensaje más relevante es que es crucial anticipar el futuro. Cada país presenta sus particularidades y ritmos, pero la tendencia hacia una población más envejecida es universal.
Futuro de plata
Tal advertencia debe ser considerada seriamente en Colombia. Aunque el país sigue siendo joven, la caída en la tasa de natalidad tras la pandemia proyecta eventos significativos. Por ejemplo, el número de personas con 80 años o más alcanzará 1.1 millones, superando la cantidad de recién nacidos de un año o menos.
Este cambio es evidente al observar cómo ha evolucionado la población colombiana a lo largo de su historia. En 1953, había solo 523 personas de 80 años o más. Para 2023, según estadísticas oficiales, esta cifra ha ascendido a 19,400 ciudadanos. Esto equivale a un incremento de 37 veces, al tiempo que la población total ha aumentado de manera sustancial en el mismo período.
A pesar de esta clara tendencia, muchas veces se minimiza su importancia. Nadie se atreve a proponer un aumento gradual en la edad de jubilación, a pesar de que los pasivos de pensiones representarán una carga considerable para las futuras generaciones, incluso con una cobertura ya por debajo del ideal.
Es cierto que existe un sistema de solidaridad que busca apoyar a cientos de miles de ancianos para asegurar sus sustento. Sin embargo, prolongar la vida laboral resulta inviable para la mayoría, a menos que se enfrenten a inseguridades en su entorno laboral.
La atención a la salud mental también debe ser priorizada, sobre todo dado el naufragio de recursos en el sistema público, que parece ineludible en el contexto actual. Más allá de influir en la mortalidad, la falta de medicamentos y cuidados adecuados se ve reflejada en las condiciones económicas de miles de familias. Esto, a su vez, afecta a quienes padecen enfermedades que en otras situaciones no serían un problema significativo.
Los errores cometidos en la administración de estos recursos complican aún más la situación, haciendo que el camino hacia adelante sea más desafiante, no solo en el corto plazo. Instituciones como la Fundación Sardriaga Concha, fomentan el debate sobre la economía de plata, resaltando la importancia de establecer un marco que incluya educación y fomento a la emprenduría para aprovechar esta transformación demográfica.
Además, el análisis debe considerar aspectos regionales para implementar estrategias de forma diferenciada. Por ejemplo, los departamentos cafeteros -Caldas, Quindío y Risaralda -se destacan por tener una población de mayor edad promedio, contrastando con otras regiones del país donde la realidad es notablemente diferente.
La necesidad de actuar es imperante, para asegurar que esta transformación compartir un impacto positivo en la mayoría de las sociedades colombianas. La evidencia actual confirma que, como destaca la revista Economista, «la vida no debe verse como una carga o una disputa por caer en el abismo del olvido», como lo han denominado algunos expertos.
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Finalmente, las implicaciones psicológicas son cruciales; las investigaciones indican que las personas son, en general, más felices en las últimas décadas de su vida, ya sea en Zimbabue o en los Estados Unidos. Factores como la renuncia a ambiciones inalcanzables pueden influir en la forma en que las personas califican su propia existencia, siempre que tengan acceso a condiciones mínimas de soporte.
Por ello, es esencial construir un entorno que favorezca a las millones de personas en Colombia que ya representan el 15% de la población y cuyo número seguirá creciendo. Solo de esta manera, el envejecimiento podrá ser visto como un proceso natural y enriquecedor, y no como una fuente de ansiedad.
Ricardo Ávila Pinto
Analista senior
Especialmente para el tiempo
En x: @ravilapinto