El presidente Gustavo Petro ha tomado la decisión de no otorgar una extensión al alto el fuego bilateral que había estado vigente con los disidentes del FARC, que son conocidos como el personal general de los bloques. Esta facción está liderada por Andrey Avendoño, más conocido por su alias ‘Calarcá’. La finalización de este cese al fuego ha generado diversas reacciones entre los observadores del conflicto y los analistas políticos.
A pesar de la decisión de no prorrogar el alto el fuego, el gobierno de Gustavo Petro ha enfatizado que las conversaciones de paz con este grupo armado siguen en curso. La intención del gobierno es continuar buscando vías para lograr un desarme efectivo de esta estructura disidente, que ha mantenido arduas confrontaciones con las fuerzas estatales en diversas regiones del país. Las negociaciones se centran en encontrar condiciones que permitan a los disidentes abandonar la violencia y reintegrarse a la vida civil de una manera pacífica.
Un documento emitido por la oficina del consejero comisionado aclara que «la decisión de no extender el alto el fuego bilateral no implica la suspensión o el final de la tabla de diálogo de paz». Esto significa que, aunque el cese al fuego haya llegado a su fin, los gestos de buena voluntad y los reconocimientos por parte del gobierno hacia los miembros que representan el EMBF seguirán en pie. También se mantendrán las suspensiones correspondientes de las órdenes de captura, lo cual es un punto crucial en el proceso de paz, ya que es necesario crear un ambiente de confianza para que los disidentes puedan participar de manera activa en las negociaciones.
El término de este alto el fuego estipula que ambas partes, tanto el gobierno como el grupo disidente, cuentan con un periodo de 72 horas para reubicar a sus fuerzas y establecer sus propias medidas de seguridad. Esto implica que, durante este lapso, las agencias de seguridad del Estado, como la policía y las fuerzas militares, podrán llevar a cabo operaciones de orden público sin estar limitadas por los acuerdos de paz anteriores. Esta libertad de acción podría llevar a un incremento de operaciones en las áreas donde la inseguridad y la presencia de grupos armados son más preocupantes.
Sin embargo, la negativa a la extensión del alto el fuego podría tener repercusiones graves, reabriendo confrontaciones en regiones donde el grupo armado tiene una presencia consolidada y fuerte. Los departamentos de Cauca, Putumayo, Meta y Nariño son particularmente vulnerables a esta situación. Adicionalmente, podría agravar la crisis humanitaria que ya afecta a comunidades en áreas como Catatumbo y Caquetá, donde el conflicto ha dejado huellas profundas en la población civil. Es un momento crítico que podría definir el rumbo de la paz en Colombia.