El presidente de la República, Gustavo Petro, protagonizó el 12 de septiembre, una de las alocuciones más determinantes de su mandato, al denunciar firmemente la corrupción y el malversación de fondos que durante años habría afectado a los nuevos EP. Con cifras en la mano y sin dudarlo, el Jefe de Estado expuso cómo este sistema de salud se estaba convirtiendo en un marco de engaños contables y una mala gestión financiera que hoy explica por qué miles de colombianos han visto su derecho fundamental a la salud.
Según lo revelado por Petro, la intervención al nuevo EPS permitió descubrir un escenario escandaloso: más de 22.7 millones de facturas en espera de un proceso pendiente, de los cuales 9.1 millones fueron duplicados, lo que muestra la magnitud de la manipulación administrativa. A esto se agregan deudas ocultas por más de 11 mil millones de pesos, que en los saldos anteriores parecían maquillarse para parecer solidez financiera. El presidente también advirtió sobre los avances sin legalizar que crecieron de 3.400 millones en 2023 a 15.27 mil millones en 2025, un aumento que se describió como inaceptable.
El panorama se ve agravado por el aumento abrupto en los costos operativos del nuevo EPS, que se aprobó en solo un año de 14 a 24 mil millones de pesos. Para el presidente, estos hechos no son errores contables simples: es un saqueo sistemático lo que desvió los recursos destinados a salvar vidas hacia manos privadas.
Lo que marcó la diferencia en este pronunciamiento presidencial fue el coraje de poner los nombres propios y señalar responsabilidades. Petro mencionó al ex director y figuras políticas de que, durante años, presidió y ejecutó decisiones mientras la malversación de fondos creció sin control. Su mensaje fue abrumador: el estado no puede continuar permitiendo que el dinero de la salud termine engordando fortunas privadas.
Pero la queja también desató una reacción inmediata. Cuando están acorralados, los propietarios y beneficiarios de estos EP han desplegado una campaña de información errónea para desestabilizar el país. Con estrategias tan graves como la retención de medicamentos y retrasar la entrega de tratamientos a los pacientes, buscan generar desesperación y culpar al gobierno por la crisis, cuando en realidad es consecuencia de años de corrupción.
Los antecedentes de esta confrontación no son menores: mientras Petro insiste en que la reforma de la salud debe garantizar que los recursos lleguen a hospitales y clínicas, los grupos de poder tienen la intención de mantener un modelo que ya ha demostrado ser inviable. El presidente fue categórico: «No se trata de salvar EPS, se trata de salvar a las personas».
Este episodio abre una nueva etapa en la lucha contra la corrupción en la salud. Lo que anteriormente se escondía en los saldos de maquillaje ahora está expuesto gracias a un gobierno que decidió enfrentar los poderes de Enquistados. Y aunque la resistencia de aquellos que están amenazados con sus intereses es feroz, la presencia de Colombia es un momento histórico: por primera vez, un presidente denuncia con tal determinación la verdad incómoda detrás del negocio de las enfermedades.
 
								 
															





