Rescate en el río –

La jungla no perdona. Bajo su canopy grueso y vibrante, donde la humedad cubre los huesos y los sonidos nocturnos parecen susurros de otro mundo, el tiempo no corre, se agota como agua entre las hojas. Allí, en lo profundo de los ríos del sur del país, entre el grosor del resbandante de Caguán, una mujer liberó una batalla silenciosa por su vida, un reflejo del desafío humano ante la adversidad. La jungla, con su belleza y peligro, se tornó testigo de una lucha donde cada segundo contaba.

La operación, a cargo del coronel de la unidad fluvial de Faiver Osorio, fue más que un acto táctico. Era una declaración formidable: en un lugar donde no hay médicos ni ambulancias accesibles, donde la jungla parece tragarse todo a su paso, todavía hay hombres que viajan por los ríos con la esperanza de marcar la diferencia. Los ecos de su esfuerzo resonaban a través de las aguas, mientras su misión se tornaba en un acto de fe en la humanidad.

El Batallón de Infantería de la Marina No. 31 fue alertado de inmediato. No hubo dudas ni demoras en su respuesta. El llamado a la ayuda cruzó las olas de radio como una campana urgente que resonaba en medio del caos. A medida que los motores se encendían, la tripulación estaba inspirada por el sentido del deber. Navegaron a través del Café Café del Río hacia Peñas Coloradas, donde la mujer esperaba, rodeada de la jungla viva: raíces que se enredaban entre los árboles como serpientes dormidas, añadiendo un aire de misterio palpable al entorno. Cada remada de sus botes era un testimonio de su determinación.

Respuesta

Cuando finalmente llegaron, los bebés no aparecieron con armas elevadas, sino con kits de emergencia y manos listas para salvar. En un claro improvisado, con la distante canción de Guacharaca como telón de fondo, rápidamente improvisaron una sala de emergencias. El aire pesaba como plomo, casi palpable, y cada segundo transcurría como una moneda arrojada al destino. Con una disciplina férrea y las caras empapadas en sudor, se esforzaron al máximo para estabilizar a la mujer en estado crítico. Las decisiones debían tomarse rápidamente y el tiempo era un lujo que no podían permitirse. Tenías que moverlo. Ya.

Transferir

El bote zarpó, dejando un sendero nublado en su caminata a través de la densa vegetación que los rodeaba. Por los lados, la jungla continuó respirando con sus hojas gigantes y su misterio intacto. Las ramas se sacudieron como si observaran en silencio, un recordatorio sombrío de la inevitable lucha entre la vida y la muerte. La tripulación, serena pero seria, sabía que esta misión era más que un mero protocolo: era una promesa de humanidad y un acto de sacrificio que trascendía lo habitual.

Horas después, ya en el centro urbano de Cartagena del Sillaá, la mujer fue ingresada en un centro de salud. Su destino aún es incierto, pero lo que es indiscutible es el hecho de que, sin esa cadena de manos firmes y corazones indomables, hoy el resultado hubiera sido radicalmente diferente. Cada miembro de la tripulación, habiendo jugado su papel en esta odisea de vida, había demostrado que incluso en los rincones más oscuros y remotos del mundo, todavía hay esperanza y valor. Cada acción habla de la resiliencia del espíritu humano ante la adversidad.

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