En Cali, los acontecimientos de los últimos días han sido un claro recordatorio del constante y doloroso problema que representa la violencia contra las mujeres, la cual se manifiesta como una verdadera emergencia social y se presenta de manera diaria. A pesar de que muchas instituciones consideran que este es un asunto que debe abordarse como un problema exclusivo de salud mental, los hechos evidencian una realidad distinta: la persistencia del machismo y de un poder ancestral que continúa contribuyendo a la violencia y, en muchos casos, a la muerte de mujeres.
Recientemente, solo se reportaron 156 casos de violencia doméstica, según las cifras proporcionadas por las autoridades locales. En un dramático lapso de cinco días, tres incidentes graves de violencia contra las mujeres captaron la atención de la comunidad: en un trágico suceso, un hijo asesinó a su madre en el vecindario de Villacolombia; en la Universidad del Valle, sede de Palmira, dos estudiantes fueron víctimas de disparos, resultando en la muerte de uno de ellos; y, además, otra mujer fue asesinada en el este de Cali, sumando así un número alarmante de hechos que no pueden ser ignorados.
Ante estos inaceptables sucesos, la ministra de Salud, Alexandra Hernández Cedeño, expresó con firmeza que «Estos son hechos que requieren la mayor atención de las autoridades, especialmente en lo que respecta a la formulación de políticas asociadas con la salud, el bienestar social y la educación». También resaltó la importancia de implementar efectivamente la política pública de salud mental que existe en la ciudad, subrayando que es fundamental trabajar con un enfoque familiar: «Cali enfrenta un problema de salud mental que requiere una colaboración urgente, no solo enfocándonos en las mujeres, sino también incluyendo a la familia y, sobre todo, a los niños y adolescentes en estas iniciativas».
Sin embargo, es crucial abordar la raíz del problema, que en este caso es la violencia sexual sistemática. El enfoque debe ser más profundo: es necesario comprender y desafiar el poder paternal que perpetúa la violencia dentro de los hogares, en las universidades y en las calles de la ciudad.
La ministra Daniella Plaza Saldarriaga también apoyó la invitación a las diversas agencias para que se involucren en la solución de esta crisis: «Esto se muestra en las rutas institucionales, porque hemos tenido mujeres que denunciaron situaciones de este tipo, lo que denota la necesidad de generar confianza en los espacios que se ofrecen para prevenir estas circunstancias».
Plaza hizo un llamado a la oficina de bienestar social y a las autoridades de seguridad y derechos para que se fortalezcan en su labor, aunque también destacó que la prevención efectiva requiere más que solo medidas inmediatas: es indispensable una transformación cultural profunda que desarme el machismo desde sus raíces.
Por su parte, la concejala Ana Leidy Erazo Ruiz enfatizó la urgencia de garantizar un entorno seguro, especialmente en los campus universitarios: «Tras los lamentables eventos ocurridos en la sede de la universidad en Valle Palmira, es crucial implementar medidas que aseguren la seguridad en el área universitaria».
Cali no necesita más análisis ni diagnósticos repetitivos. La ciudad realmente necesita una política pública activa que integre aspectos de sexualidad, recursos adecuados y, fundamentalmente, una voluntad política decidida. Porque cuando discutimos sobre salud mental sin abordar el machismo, estamos minimizando la grave violencia que está costando vidas.
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